diumenge, 27 de juny del 2010

también.

Hace poco empecé a leer Así Habló Zaratustra de Nietszche. En la introducción, se mencionaba la dificultad de la lectura en relación al verdadero sentido de la obra, haciéndola especial puesto que tenía el poder de lograr que cada lector sintiese ser el único merecedor de ese libro, hasta el punto en el que acabaría apostando que había llegado al núcleo de la filosofía, del conocimiento, de la cabecita del alemán, adonde nadie antes había llegado. Tiene el don de hacerte sentir iluminado. De la misma forma, ocurre en nuestro transcurso de consciencia. Creemos llegar a conclusiones propias, sin recordar que fueron inducidas por alguien a priori. Y a veces, con una simple canción o una imagen repetida a diferentes velocidades, recuerdas, dejándote embriagado, el primer momento de luz: hoy, con una simple película, he vuelto a ser consciente de la fugacidad de la vida, de nuestro largo camino en solitario y del hecho que las personas, vienen y vas. Y es que al fin, estar triste por ello, es tan inútil como lamentar que las hojas sean verdes, que el cielo sea azul y que el semen sea amargo.