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Cuando te levantas, sientes una sensación próxima al mareo. Si duermes en un lugar extraño a donde sueles acostarte, los ojos solo se acostumbran pasado un tiempo a los colores ajenos, al olor diferente, a los sonidos de ultratumba. Entonces, levantarte requiere algo de valentía, una pizca de coraje y un sobre instantáneo de motivación, sin mezclarlo de forma consciente con una ilusión dañina y una sulfurante emoción de desamparo. A partir de aquí, todo vale: arrastrarse, caminar derecho e incluso caer. Sentir es humano, y poco a poco, la deshumanización escribe sus versos en mi piel.