
La vida en rojo, veo.
El mismo color – si no fuese un loco,
de la sangre que pompea – graznando,
mi vientre – vacío aún.
Late bestialmente,
hipertensión diagnosticaron – los locos,
sin saber si quiera – pues la manta cubría,
que tu mano – oh, tu mano,
se posaba detrás de mi nuca
y era el olor el que me enloquecía – de tu sangre,
como un tiburón me tacharon.
Podía oír – y aún lo oigo, si recuerdo, si me esfuerzo
sendos tambores – los nuestros,
crujir abasteciendo mis nervios,
volviéndose etéreos
oliendo cada fragmento de los cuerpos
preparados para indagar en el
sucio podrido resentimiento.
La vida en negro, auguro,
pues fue en ese espejo en el que te comparé
-casi incomparable nuestra belleza-
en el que ahora tu figura se borra
y mi reflejo se torna en mi contra.
‘¡Loco!, ¡loco!, ¡loco!’.
Black, octubre2010
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