dimecres, 13 d’octubre del 2010

ROJO.

La vida en rojo, veo.

El mismo color – si no fuese un loco,

de la sangre que pompea – graznando,

mi vientre – vacío aún.

Late bestialmente,

hipertensión diagnosticaron – los locos,

sin saber si quiera – pues la manta cubría,

que tu mano – oh, tu mano,

se posaba detrás de mi nuca

y era el olor el que me enloquecía – de tu sangre,

como un tiburón me tacharon.

Podía oír – y aún lo oigo, si recuerdo, si me esfuerzo

sendos tambores – los nuestros,

crujir abasteciendo mis nervios,

volviéndose etéreos

oliendo cada fragmento de los cuerpos

preparados para indagar en el

sucio podrido resentimiento.

La vida en negro, auguro,

pues fue en ese espejo en el que te comparé

-casi incomparable nuestra belleza-

en el que ahora tu figura se borra

y mi reflejo se torna en mi contra.

‘¡Loco!, ¡loco!, ¡loco!’.

Black, octubre2010